
Lecciones de las derrotas
Las derrotas nunca dejan de doler. Especialmente, cuando te entregas al juego, le echas todas las ganas y dejas todo en el terreno de juego. Recuerdo cuando era adolescente, lo mucho que deseaba poder ser parte de los equipos de voleibol, béisbol y básquet de la escuela Intermedia y Superior. Practicaba y siempre hacía el buen trabajo, pero al final del día era relegado a ser un suplente o ser parte de la banca.
¿La razón? Simple: no tenía el talento para ser un jugador inicial. En ese momento no quería reconocerlo, ni mucho menos podía entenderlo. En mi mente vivía la creencia de que «si tengo el deseo y tengo la condición física para practicar mejor que los demás, debo ser parte del equipo inicial o estelar». Una cosa es lo que crees y otra es la realidad. Gracias a Dios que existen buenos entrenadores o directores técnicos que saben cómo identificar eso y comunicarlo sabiamente.
Otra perspectiva
Estuve en Puerto Rico recientemente. Durante mi estadía celebramos el 40mo. aniversario de mi Clase Graduanda. Un gran amigo llamado Rafa Rey me dijo algo que nunca había pensado. Otra derrota dolorosa en mi vida fue cuando me postulé para ser Presidente de la Clase Graduanda de mi escuela superior. Perdí las elecciones por la votación más cerrada en la historia de la escuela (87 votos). Típicamente las elecciones se decidían por cien o más votos. Las clases graduadas de mi escuela eran de 300 a 400 personas.
En ese momento me dolió mucho la derrota. Toda la plantilla de mi grupo de nominados (se nomina el conjunto de presidente, Vice-Presidente, Tesorero y Secretaria) fueron electos menos yo. En ese momento más que el dolor, lo tomé como algo personal. Luego comprendí que lo mejor que pudo sucederme fue ser el Coordinador de Actividades de la Clase. Era lo más adecuado para mí, para las habilidades y los talentos que tenía.
Más allá de la popularidad
Rafa me dijo: «Georgie, yo creo que tú no ganaste porque no tenías una mentalidad enfocada en el marketing. Alfred la tenía (quien ganó merecidamente las elecciones). Alfred usó una serie de ganchos y estrategias que no tomas en cuenta. Tenías todas las cualidades para ganar la Presidencia». Me quedé reflexionando lo que me dijo Rafa y tenía toda la razón. Yo quería ganar a fuerza de popularidad. Nunca pensé que cuando a la hora de mostrarte o involucrar a la gente en algo como votar o confiar en ti, requiere algo más que la mera popularidad.
El punto de compartirte este historia es poder mirar las llamadas derrotas o fracasos por el valor que agregan, las lecciones que aportan y el despertar o llamado de consciencia que hacen. Ayer en mi blog hablé de no haber logrado una meta y lo que se puede aprender de ella. Cómo durante este fin de semana, «fracasé» de no haber cumplido o logrado una meta de un ayuno prolongado de 48 horas (me quedé corto por 3 horas), quise ver las lecciones aprendidas de ello. Por eso este blog.
Lecciones de las derrotas
Al tomar un tiempo y mirar el fin de semana desde una distancia y altura, para poder ser objetivo, puedo mirar algunas de las grandes lecciones que me dejó el fin de semana. Primero, al igual que cuando deseaba ser parte de los equipos deportivos de mi escuela, requiero reconocer el nivel de talento que tengo. En este momento estoy claro que no qué talento tengo para correr un maratón, ni para saber hasta dónde puedo llevar mi cuerpo en un ayuno prolongado. Así que lo primero es no «crear falsas expectativas o querer ponerme la vara demasiado alta» para ser la primera vez que decido hacer este tipo de entrenamiento o preparación. Estoy conociendo la disposición que puedo tener para hacerlo y hasta dónde soy capaz de llevarme.
De las lecciones que ya me dejan los ayunos (intermitentes o prolongados) es seguir aprendiendo a identificar la diferencia entre hambre de verdad o la ansiedad de comer. Eso nada más ha impactado mi mente, mi forma de alimentarme y de reconocer mi estado emocional. Si tengo hambre cómo puedo aprender a comer por el genuino deseo de comer y no hacerlo de manera emocional. Y cuándo siento ansiedad, qué puedo hacer para manejarla adecuadamente y no simplemente comer.
La actividad y superar el pánico
Otra lección muy valiosa que aprendí durante el fin de semana es cómo puedo ser estando activo y hacer un ayuno prologado. No se requiere estar sedentario, sino tener un plan enfocado para poder seguir teniendo régimen de ejercicio y actividad física, para que pueda producir el mayor beneficio. El hacer este proceso con el apoyo, el seguimiento y el acompañamiento de personas que están enfocados en que superes tus barreras mentales y físicas es vital. Eso permite que el proceso pueda tener un sentido de observación empática, de crecimiento sin presión y de ganancia. Sin dejar de empujarte a lo incómodo y lo nuevo.
Recuerdo que al concluir las primeras 24 horas de mi ayuno, mi mente entró en una especie de pánico o de querer tirar la toalla. La mente quiere dominarte y usa cualquier táctica para hacerlo. ¡Qué mejor que el miedo, el pánico o la desesperación para lograrlo! Ahí pude ver que puedo trascender esas emociones y ver qué tanto mi mente y mi cuerpo pueden ir más allá de lo que pensaba o conocía. Priceless.
Sí, no lo logré mi meta de estar en un ayuno prologando de 48 horas, pero lo mucho que aprendí en las 45 que si lo estuve, me preparan para lo que sigue. Lo que me espera. Hacia dónde quiero moverme. Mi meta este año es alcanzar una condición física como la que nunca he tenido, así que estos «fracasos» van a ser parte del proceso. ¿Qué fracasos estás dispuesto a enfrentar hoy para alcanzar la meta que deseas? Sin fracasos no hay triunfos.

Paso a paso mi querodo Jorge, es mejor pensar oaso a paso que poco a poco.