
Los apegos y el quedarte enganchado
¿Con qué cosas sueles quedarte enganchado? ¿Querer tener la razón? ¿No olvidar o perdonar cosas? ¿En el amor? ¿El sexo? ¿La ansiedad? ¿Los vicios? ¿La compulsividad? ¿El enojo? ¿No saber decir que no? ¿Querer complacer a la gente? ¿Soltar o dejar ir las cosas? ¿Fluir cuando las cosas no salen como quieres o esperas? ¿Qué? ¿Cuál? ¿Cómo?
Yo no sé tú, pero yo percibo esos enganches como apegos. Una manera de engancharte a una forma de pensar, de creer, de ver las cosas, de actuar o de una expectativa que has creado en tu mente de cómo deben ser las cosas. Este es un tema que muchas veces causa discusiones interesantes, ya que suele poner a la gente a la defensiva al tener que estar dispuestos a mirar la manera en que defienden su punto de vista o creencia con respecto a un tema.
En lo que todavía me engancho
Este pasado fin de semana pude ver la cantidad de cosas con las que suelo quedarme enganchado todavía. Y muchas pensé que las había trabajado o hasta soltado. Ingenuo. Hay trabajo por hacer. Desde engancharme en no responder claramente una pregunta que me hacen. Caigo en evasivas y esto termina convirtiéndose en un acto defensivo inconsciente donde sin darme cuenta es cómo hablarle a un niño y no a un adulto. ¡ZAZ! ¡Boom! ¡Qué lección más cabrona por aprender!
Este ejemplo lo comparto para tener un punto de partida. Identifica una tuya. Todos tenemos muchas. Yo elijo una reciente y que ha estado presente en mi vida desde niño. Una que ha tenido innumerables impactos en mi vida. En muchos aspectos de ella y en diferentes tipos de relación. Desde familia, pareja, trabajo, amigos y mucho más. Todavía la tiene.
Definamos apego
¿Qué es un apego? Primero debemos definir el problema antes de querer saber cómo resolverlo. Yo he aprendido que apego es «una creencia basada en el miedo donde pensamos que si no tenemos ese objeto, persona, cosa o dominamos una situación de una forma, nos sentimos incompletos». Estoy claro que tu mente ahora mismo puede buscar mil y una razones para contradecir, refutar o simplemente decir: «si tengo la razón o conozco los hechos, porqué debo ceder a quien no tiene el sentido común de verlo a mi manera». Entre otros argumentos más. Ese argumento confirma que es un apego.
No se trata de quién tiene la razón, sino cómo estas viendo tú la situación en ese momento. No porque esté bien o mal, sino porque en ese momento no se trata del punto de vista, sino de la conexión, la comunicación. Todo evento en este mundo tiene miles de formas de verse. No sólo una. El que tú creas que la tuya sea la única, la mejor, la que debemos adoptar o aplicar es tu rollo o problema. El mundo dejó de ser de una sola persona desde que se inició la creación y cada persona que habita por este mundo tiene una manera de verlo.
El nacimiento del apego
¿Porqué nace un apego? En algún momento nos sentimos vulnerables, que perdimos el control y estuvimos sujetos a ser dominados, manipulados, intimidados, controlados, victimizaos, usados y hasta abusados (de muchas maneras diferentes) por alguien. Pudo haber sido un padre, un familiar, un amigo, un profesor, una pareja, una persona que admirabas o creías en ella ciegamente (ahí caen líderes religiosos, sociales, políticos, de algún grupo de interés en particular, etc.).
Ese patrón de comportamiento te lleva a cubrir una carencia, una llamada necesidad, un vacío. En pocas palabras, para cubrir un vacío, buscas algo que entiendes que va a llevarte a sanarlo, no verlo, cubrirlo o «creer que vas a mejorarlo». Hasta que termina o comienzas a darte cuenta que nunca lo llena. Se convierte en una búsqueda incesante, interminable, agotadora y muy llena de ansiedad. Si cubres la ansiedad comienza el miedo de perderlo y si no lo cubres, comienza la ansiedad por tenerlo. Es un ciclo agotador y que te reduce. Es una manera de querer tener el control usando (y agotando) recursos que puedes aprender a dirigir a verte como un ser completo.
El querer tener el control
¿Porqué el control es TAN importante o imperativo para algunas personas? Simple: porque creen que si no lo tienen van a sentirse expuestos como una vez ya lo estuvieron y no quieren volver a sentir ese nivel de exposición o vulnerabilidad. El dolor, la angustia, la incertidumbre, miedo a lo desconocido lo asocian con «lo que ya me pasó una vez o alguna vez y no quiero que vuelva a pasar». Tu mente no sabe distinguir la diferencia entre el pasado y el presente. Por eso el miedo es similar y el tipo de respuesta también.
Una vez escuché, y creo que tiene mucho de cierto, que «mucha gente cree que si no tiene el control, se va a morir». Se molesta, no sabe qué hacer, se aleja, manipula, se cierra emocionalmente, se distancia de alguna o muchas maneras o no sabe qué hacer. Es una angustia inmanejable, intolerable o interminable. Es como si le sacaran a otro ser que vive dentro de ellos. Yo he visto (y he sentido en carne propia) que deja a un ser herido que quería afecto, cariño, atención, comprensión, ser escuchado.
Sanar el niño que llevamos dentro
¿Porqué evitamos el silencio, la quietud o sanar lo que vive dentro de nosotros que se apega a las cosas? Para pasar por el valle del silencio y las montañas de la quietud, tenemos que mirar la condición en la que se encuentra el viajero. Ese viajero carga un bagaje, las experiencias que han marcado la manera en que ve el terreno, se adapta a las condiciones y está dispuesto a enfrentarlo. Si mira fuera, lo que ha sabido hacer toda su vida y para lo que ha sido entrenado, jamás va a querer mirar lo que se ve dentro.
Ahora, si estás dispuesto a volver a re-encontrarte con ese niño que tiene sus heridas y estás listo para sanarlas, el camino se convierte en otra cosa. Ya no se trata de sobrevivir o decir que se cumplió con algo, sino que se descubre un propósito, una razón de ser y se llega a un lugar inesperado. Sí, el proceso conllevará enfrentar cosas que una vez dolieron, pero la libertad vale más que el apego, la ansiedad o vivir una vida limitada/condicionada. ¿Qué vas a hacer al respecto?
